“Impulsaremos el proyecto de ley que reduce la jornada laboral a 40 horas, considerando la adaptabilidad y la gradualidad en su implementación”. Esta fue una de las frases más comentadas del discurso que emitió el presidente Gabriel Boric en su primera Cuenta Pública.
Y es que durante el último tiempo, el país ha estado pendiente del proyecto de reducción de la jornada de trabajo, propuesta que fue realizada años atrás por la ministra Secretaria General de Gobierno, Camila Vallejo, en su época de diputada.
Dicho proyecto está enfocado en mejorar la calidad de vida de los trabajadores, lo cual será, sin dudas, altamente beneficioso. Pero, por otro lado, no deja de inquietar a grandes y pequeñas empresas por el impacto que pueda ocasionar en la productividad.
Debido a estos y otros temores es que el Mandatario propone hacerlo de manera gradual, para así realizar los ajustes necesarios y una correcta implementación, en la cual se puedan abordar procesos tales como: el aumento del costo laboral, la reducción de las jornadas en lugares donde se opera 24 horas o servicios que operan los siete días de la semana.
Y es que el impacto negativo que puede afectar la productividad laboral es un argumento de peso que mantiene viva la discusión. Según el reporte anual de la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP), el año 2021 el crecimiento de la productividad total de factores aumentó hasta un 8.7%.
Por otro lado, Mckinsey, en un estudio de IRADE 2013 que sigue vigente, concluyó que “las mayores brechas y donde las empresas pueden tomar medidas, están en la eficiencia operacional por la nula o baja adopción de prácticas avanzadas de gestión”, es decir, este es el punto donde se puede intervenir y crear mejoras.
En las diversas empresas que tiene como clientes SAWA, Software de Incentivos, Reconocimientos y Fidelización Gamificado, hemos observado que una de las causas que alimenta esta brecha es que existe una enorme dispersión de productividad entre trabajadores con un mismo rol, especialmente en poblaciones laborales más grandes. A nuestro juicio, una parte importante de estas diferencias tienen que ver con la actitud, esfuerzo y dedicación al trabajo que estas personas invierten, es decir, su motivación y compromiso. Por este motivo nos preguntamos: ¿cómo reducir la diferencia entre los colaboradores con altos rendimientos y los de rendimientos medios (los cuales componen aproximadamente al 80% de la población laboral)? La respuesta a esta interrogante pasa por la adopción de una de estas prácticas avanzadas de gestión: Incentive Marketing o Marketing de Incentivos, en español.
La Asociación de Marketing de Incentivos (IMA, por sus siglas en inglés) agrupa a las empresas líderes en la industria de incentivos, moviendo 90 mil millones de dólares al año, lo que equivale a un 0,5% de su PIB. Y es que, “en países como Estados Unidos, iniciativas de Incentive Marketing son utilizadas por la gran mayoría de las empresas. Ya en 2015, 84% de las organizaciones de ese país utilizaban incentivos no monetarios”, según el estudio de Incentive Marketplace Estimate Research Study.
Esta enorme inversión se debe a que el Marketing de Incentivos, que con tanta ventaja aplica el país norteamericano, ha demostrado que con esfuerzos sistemáticos se aumenta la productividad laboral, al mismo tiempo que se motiva a los equipos de trabajo con desafíos y dinámicas entretenidas y reconfortantes en el ámbito laboral.
En conclusión, si se aplican refuerzos positivos, desafíos atractivos y objetivos medibles, a través de un programa gamificado y con incentivos laborales no monetarios, las empresas no deberían verse afectadas negativamente con la reducción de la jornada laboral, incluso, podrían verse altamente beneficiadas al tener personas motivadas, felices y con ganas de ser un aporte sustancial a la empresa. De esta manera tendríamos mayor productividad, trabajadores más felices y una distancia más corta, en cuanto a productividad, en comparación con las economías de países desarrollados.
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